Sé feliz, busca la felicidad, es posible ser feliz. Ja, Ja, Ja, quien pudiera y qué fácil es decirlo.
Es cierto, aunque sobre este tema nadie ha dicho que sea fácil. Sobre todo, porque nuestra felicidad no depende de nada, ni de nadie, solo depende de nosotros mismos, de las ganas de ser felices, de los pasos que decidamos dar en su búsqueda.
No te arriesgas y persigues lo que deseas que ocurra, nunca ocurrirá. Si queremos algo, tenemos que salir en su búsqueda y luchar por conseguirlo.
El problema es que vivimos sumergidos en las prisas, en tener cada día más cosas, tratamos de llenar nuestras vidas con cosas materiales, ocupamos nuestro tiempo en diversas actividades que solo nos distraen de lo que realmente nos gustaría ser y lograr.
Estas ansias nos hacen divagar y perder el norte de lo que en realidad queremos ser, olvidando lo verdaderamente importante, lo que da sentido a nuestras vidas, nuestros sueños y todas las cosas que queremos realizar.
Lo que nos llena de alegría, nos apasionan y nos hace sentirnos vivos, llenos de entusiasmo y felicidad. No nos engañemos diciendo que no tenemos tiempo, cuando en realidad lo que nos falta es valor para emprender el camino hacia lo que nos hace felices.
En este camino hacia la felicidad hay un aspecto muy importante a tener en cuenta, algo sobre el que tenemos todo el poder, esto es, nuestra mente, la manera positiva de encarar los problemas, las derrotas y cómo enfrentamos las dificultades de la vida, dependen de cómo pensamos y qué pensamos, lo que se conoce como el poder de la mente.
Un claro ejemplo de este poder es el famoso tenista Rafael Nadal, su entrenador Toni Nadal cuenta como alcanzó el nivel mental necesario para enfrentar cualquier desafío a través de una gran disciplina y del poder mental. Se trata, pues, de tener el valor de ser felices y decidir cómo queremos vivir nuestra vida.
La Biblia constituye el medio para encontrar la autentica felicidad que sólo se obtiene de Dios. La felicidad que el mundo da es efímera y transitoria, tiene que ver con el placer y el confort mas que con las necesidades espirituales, en cambio la dicha que proporciona el Señor es permanente ya que sacia la sed del alma y abre las puertas a la felicidad eterna.
«Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos».- Salmo 128,1