A nuestra madre no la elegimos, es lo que nos toca a cada uno por herencia y don divino, es lo que nos asigna la naturaleza.
La unión y relación con ella serán los cimientos emocionales más importantes para el resto de nuestra vida.
Bert Hellinger psicólogo y experto en la familia, nos dice, “La felicidad empieza muy temprano, empieza con la madre y se sigue manteniendo en la relación con ella.
El camino de la felicidad se interrumpe cuando perdemos el contacto con la madre”.
No todos tenemos la suerte de tener una relación de amor con nuestra madre, en los casos en los que ella no supo dar el amor y afecto necesarios, la seguridad física y emocional, el respeto, la inocencia y la diversión que requerimos cuando somos niños, hace que cuando pasamos a ser adultos nos embargue un gran resentimiento, sintamos rabia, impotencia y dolor.
Es importante sanar la relación con nuestra madre o con la persona que desempeñó este papel para nosotros, y el único camino es el perdón, no solo perdonarla a ella, sino a nosotros mismos; de no hacerlo, nuestro niño interior, se activará inconscientemente y dañará nuestro normal desenvolvimiento emocional en todas las demás relaciones importantes.
Robin Casarjian en su libro «Perdonar» nos dice al respecto: “Cuando llegamos a la edad adulta tenemos la oportunidad de hacer realidad otro tipo de autonomía, una autonomía esencial para nuestro crecimiento emocional y nuestra madurez espiritual. Si no hemos sanado la relación con nuestros padres, esta autonomía nos exige pasar por otro proceso de parto.
Entonces, en lugar de cortar un cordón umbilical físico, hemos de cortar uno emocional que nos liga a nuestros padres, un cordón hecho de necesidades insatisfechas y expectativas no cumplidas.
Muchas veces está compuesto de rabia, críticas, acusaciones, vergüenza y culpa. Si este cordón continúa intacto, hará que una parte nuestra siga siendo un niño pequeño, nos cerrará el corazón y, al igual que todo resentimiento, nos retendrá como rehenes emocionales del pasado…
El perdón nos sirve de misericordioso escalpelo con el cual cortamos el cordón umbilical y quedamos libres”.
Para poder reconciliarnos con nuestra madre debemos en principio aceptarla tal y como es, con sus defectos y virtudes, con lo que no nos gusta, o hasta con lo que despreciamos de ella, esa aceptación sanará la relación.
Debemos tener en cuenta que lo que ella nos dio o dejó de dar, seguramente ella también lo recibió del mismo modo y, no sabía, ni conocía otra forma de ser madre, debemos dejar de exigir lo que no puede ser.
La psicóloga Robin Casarjian dice que, “Las críticas de nuestros padres causan estragos en nosotros. Sus exigencias y necesidad de controlar nos enfurecen. Sus negativas nos producen ataques de ira. Sus enfados provocan los nuestros. Continuamos exigiendo un amor que ellos no pueden darnos”.
Bert Hellinger señala que “muchas relaciones con la madre están bloqueadas porque tenemos expectativas con respecto a esa persona que va más allá de lo que se puede esperar de un ser humano; y si los padres fueran perfectos, si la madre fuera la ideal, nosotros no seríamos capaces de vivir, no tendríamos la fuerza para vivir. Somos capaces de vivir porque nuestros padres tienen errores”.
Amar a nuestra madre y aceptarla, nos permitirá reconciliarnos con nuestro pasado; abrirle nuestro corazón, nos hará felices; permitirá que el amor de ella pueda fluir hacia nosotros y, así, nuestro niño interno podrá perdonar su pasado y vivir un presente feliz, porque de la relación con nuestra madre fluyen todas nuestras relaciones importantes, desde amarnos a nosotros mismos hasta nuestra pareja, hijos, padre y demás familiares.
Busca la forma de reconciliarte, así tu sufrimiento se transformará en fuerza creadora, si no puedes o se te hace muy difícil, busca ayuda, hazlo por ti, es una oportunidad de crecer emocionalmente y dejar de sufrir, será como iniciar una nueva etapa en tu vida.
estar bien con nuestras familias es un factor importante para tener alto nuestro animo y nuestro autoestima. buen post. saludos
Gran tema. Quizá mirar a la madre con compasión, buscando aquella historia detrás que la llevó a errar. Quizá empezar desde la compasión nos conduzca al camino del perdón para poder llegar al genuino amor. Qué madre no se equivoca? Qué madre no carga culpas? Ver nuestros propios errores para entenderla. Gracias Angélica.
Gracias a ti Mary, es muy cierto lo que dices, nuestros padres hicieron lo que pueden o saben y, a su vez los padres de ellos; la compasión y el perdón nos permite curarnos, romper la cadena, nos hace mejores personas y, hace posible que podamos dar lo mejor a nuestros hijos y descendientes, permite que nuestras energías puedan fluir, creando una gran armonía en todo lo que nos rodea. Feliz semana.